Música

Héctor Lavoe: Del cantante de los cantantes al rey de la impuntualidad

Se cumplen treinta años de la muerte de Héctor Lavoe, una de las estrellas del sello Fania, cuya vida resultó tan exitosa en lo profesional como dramática en lo personal.
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Héctor Lavoe, siempre micrófono en mano.D.R.

“Hablemos de otra cosa, es tan triste…”, rogaba Celia Cruz a la periodista de La Vanguardia Teresa Sesé en junio de 1990. La cantante cubana se emocionaba al recordar a su antiguo compañero en la Fania All Stars, Héctor Lavoe, quien había saltado en 1988 desde el noveno piso del Hotel Regency de San Juan de Puerto Rico.

“El pobre no se mató, pero no ha podido trabajar más. Bueno, va y hace algo, pero regresa enfermo porque como se fastidió las piernas y uno tiene que cantar ‘parao’…”, explicaba Cruz, que reconocía que hacía tiempo que no coincidía con aquel que, a pesar de sus dolencias, aún ostentaba el rotundo título de El Cantante de los Cantantes. “De vez en cuando lo llamo, pero nunca tengo tiempo para ir a verlo. Ahí está, sin poder actuar… Él se desespera porque la voz la tiene bien, pero esas piernas…”.

A pesar de esas dificultades, a las que había que sumar el deterioro producido por su adicción la heroína intravenosa y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida del que se había contagiado por compartir jeringuillas, Lavoe se empeñó en seguir en el mundo del espectáculo. En 1993 se embarcó en la grabación de un nuevo disco, El maestro y el protegido / The Master & the Protege, pero apenas pudo completar una de las canciones, Las flores del campo, antes de fallecer el 23 de junio de ese año en el Memorial Hospital de Queens a consecuencia de un cáncer de pulmón.

Durante dos días, miles de personas pertenecientes a la comunidad latina de Nueva York desfilaron por la capilla ardiente para mostrarle su respeto y admiración. Muchos de ellos acudieron también a darle su adiós definitivo al cementerio Saint Raymond del Bronx, donde fue enterrado junto a su hijo, Héctor Jr., fallecido a los 17 años a consecuencia de un disparo fortuito. Efectivamente, pocas vidas tan tristes como la de Héctor Lavoe.

Un paleto de Puerto Rico

Héctor Juan Pérez Martínez, conocido artísticamente como Héctor Lavoe, había nacido en la ciudad portorriqueña de Ponce el 30 de septiembre de 1946. A los tres años perdió a su madre y, unos años después, a uno de sus hermanos, que había emigrado a Nueva York, la misma ciudad a la que llegaría él en 1963 para intentar triunfar en el mundo de la música.

“Héctor era básicamente un paleto de Puerto Rico que quería venir a Nueva York y ser parte de esta especie de West Side Story”, recordaba el trombonista Willie Colón, que conocería a Lavoe en 1967 a través de Johnny Pacheco y quedaría asombrado, no solo por su voz, sino por su capacidad de improvisar. “Incluso en una conversación, podía rimar lo último que se había dicho”, comentaba Colón, que no dudó en proponerle participar como cantante en su primer disco, El Malo, con tan buenos resultados, que grabarían juntos una decena más.

Dos años más tarde de ese encuentro, Lavoe se casó con Nilda Román, conocida familiarmente como Puchi, y nació su hijo Héctor Jr., dos buenas noticias que fueron a sumarse al magnífico momento profesional que disfrutaba el artista que, además de giras por Latinoamérica con la orquesta de Willie Colón, comenzó a actuar con la Fania All Stars. Con esta orquesta, que reunía a los mejores artistas del sello neoyorquino de salsa, participó en conciertos míticos que serían registrados en disco y cine. Por ejemplo, el celebrado en el Yankee Stadium en 1973 o la gira que, un año más tarde, les llevó a Zaire como parte del espectáculo organizado por el promotor de boxeo Don King para amenizar las horas previas al combate entre Muhammad Alí y George Foreman.

Su talento y carisma eran tales que, cuando en 1975 Fania decidió que sería buena idea que sus cantantes más populares iniciasen una carrera en solitario, uno de los elegidos fue Lavoe. Así pues, ese mismo año se publicó La voz, su primer trabajo como solista, al que seguirían De ti depende, Recordando a Felipe Pirela o Comedia, en los que se encontraban temas como Mi Gente, Periódico de ayer o El cantante. Compuesto por Rubén Blades, este tema le daría el apelativo de “El cantante de los cantantes”, por el que, a partir de entonces, sería conocido Lavoe que, orgulloso de ello, acostumbraba a salir al escenario con una camiseta que llevaba “El cantante” estampado en el pecho.

El rey de la impuntualidad

El éxito de Lavoe fue desmesurado y rápido. Tal vez demasiado. Mujeriego, juerguista, amigo de los excesos y con grandes sumas de dinero a su disposición, el cantante comenzó a consumir drogas sin medida, por lo que tampoco hubo que esperar mucho para que ese uso lúdico se convirtiera en adicción.

A partir de ese momento, las peleas con Puchi fueron cada vez más frecuentes y sus incumplimientos y retrasos a la hora de llegar a las actuaciones se convirtieron en uno de los atributos de Lavoe. Mientras que sus admiradores se lo perdonaban todo y acudían a sus conciertos en masa, aunque no supieran cuándo aparecería sobre el escenario (si es que aparecía), sus compañeros lo vivían con resignación y sentido humor.

Héctor Lavoe en el Madison Square Garden.New York Daily News Archive/Getty Images

Prueba de ello es El rey de la puntualidad, tema compuesto en 1984 por Johnny Pacheco, en el que la banda comienza a cantar: “Nosotros somos buenos compañeros / Con mucho gusto le vamo’a presentar / A un cantante que lo hemos coronado / Como el rey de la puntualidad / Ya nos dieron la señal que el hombre por fin llegó […] / Con ustedes Héctor Lavoe”. A continuación, el portorriqueño aseguraba: “Por mi madre que es la última vez que llego, tarde” y, cuando la banda protestaba diciendo: “Tu gente quiere oír tu voz sonora / Nosotros solo queremos que llegues a la hora”, Lavoe replicaba: “Aquí están equivocados si se los digo como un hermano / Yo no soy quien llega tarde, ustedes llegan muy temprano”.

A pesar de la buena voluntad, la paciencia y el humor de su entorno cercano, la actitud de Lavoe comenzó a ser insostenible y a provocarle una serie de catastróficas desdichas que lo sumirían aún más en las drogas y la depresión. En 1987, su apartamento comenzó a arder a consecuencia de una colilla mal apagada y el artista tuvo que saltar por la ventana sufriendo fracturas de diversa consideración. A ese accidente siguieron el asesinato de su suegra a manos de un asesino en serie, la muerte de Héctor Jr. y el intento de suicidio del Hotel Regency.

Ante semejantes dramas, Lavoe abandonó los tratamientos de desintoxicación y se refugió en la heroína para soportar el dolor. Una decisión que mermó sus ahorros y complicó los tratamientos y hospitalizaciones a los que tuvo que someterse a consecuencia del sida, una diabetes que le fue diagnosticada y un derrame cerebral que le dejó medio cuerpo paralizado.

Aunque la situación era insostenible, Lavoe intentó seguir cantando, lo que dio lugar a situaciones tan dramáticas como la del concierto de la Fania All Stars del 2 de septiembre de 1990 en el Meadowlands Arena de Nueva Jersey. En contra de la opinión de Puchi e incluso de Willie Colón, que no quiso participar en la velada porque sabía que su amigo no estaba en condiciones de subirse a un escenario, Lavoe se empeñó actuar. Sin embargo, cuando llegó el momento, no fue capaz de articular ni una sola palabra de Mi Gente. A pesar de que la banda continuó tocando y los miembros del coro le arroparon hasta concluir la canción, todos los presentes fueron conscientes de la decadencia del cantante de los cantantes. Entre ellos estaba Celia Cruz, una de las artistas que participó en el evento, que agradeció haber actuado antes que Lavoe y estar ya en los camerinos cuando el cantante enmudeció. Si no, reconocía, no hubiera podido aguantar el llanto. Sí, mejor, hablemos de otra cosa, es tan triste…